Un instante en la puesta en escena de «La canción del olvido»
El Teatro Lírico llenó durante tres días el Auditorio con dos excelentes piezas y una muy desigual «canción del Olvido»
Antes de iniciar mi comentario sobre la calidad de las zarzuelas representadas, pedir disculpas por la información del reparto de Los gavilanes que no correspondía con el que en realidad cantó. Aunque las disculpas quien las debería pedir es la persona que rige la jefatura de prensa del Auditorio por haber servido a los medios un reparto correspondiente a 1998 y que la señora Lorena Fuertes, responsable de este servicio, se bajó impunemente de internet. De este modo cantaron hasta los muertos, ya que la mayoría de los nombres que sirvió han fallecido o tienen edades que superan los 80 años, por lo que es algo difícil que aún conserven sus facultades canoras. Y ahora entramos en la crítica de las tres funciones que la compañía catalana sirvió en León. Si bien es verdad que el éxito de una función no hay que medirlo sólo por los aplausos del final sino por la propia calidad de lo que se ofrece, algo fácilmente demostrable porque la masa lo aplaude todo (hasta a los ujieres que arrastran los pianos por el escenario) en el caso de la zarzuela esto sucede con más motivo ya que al ser el género que más conoce el pueblo llega mejor que otros más selectos pero menos cercanos. La del manojo de rosas (desde ahora MR ), La canción del olvido ( CO ) o Los gavilanes ( GV ) fueron las tres obras que de la mano del maestro Damunt subieron al escenario para deleite de un nutrido número de aficionados, que se rieron, sufrieron y disfrutaron de forma muy especial. Con repartos más o menos estables y voces más o menos afinadas, MR resultó muy digna gracias a la estupenda voz de la soprano canaria Amanda Serna en el papel de Ascensión, de una impagable Clarita, Elena Martí, y de un Espasa en absoluto estado de gracia como lo fue Manuel Solás. Excelente José Antonio Moreno como Ricardo y un poco destemplado el Joaquín, de voz potente pero sin cuidar los matices. El resto, como se decía antes, cumplió, incluido el coro, aunque la orquesta sepultó a los cantantes que entraron a veces a destiempo y el viento cometió pifias fácilmente disculpables. CO , mejor olvidarla, especialmente la parte coral que, claramente, no se sabía el papel, algo que solventó al siguiente día. A destacar las dos Napolitanas de Damunt ( Mille Baci y Carla ) que engrandecieron sumamente la obra. Estos detalles hay que cuidarlos al máximo si se quieren obtener buenos resultados. Bien de nuevo Amanda Serna en su breve intervención e irregulares el resto, con momentos muertos, y poco convincentes. Un cierre muy correcto Cerró el tríptico de zarzuelas Los gavilanes del maestro Guerrero, y no Serrano como sirvió el gabinete de prensa, la mejor de las tres representaciones. Tanto los decorados como el vestuario y la puesta en escena fue correcto y funcional. Las voces, con María Ángeles Damunt de nuevo en el papel principal de Adriana, Elena Ramos, Esperanza Llagostera y Vanesa Cañizares, bien en sus roles, y magnifico José Moreno con sus romanzas a fuego , así como Gerardo Meré, Clarivan, y Vicente Lacarcel, Juan. La orquesta muy correcta, con las dinámicas en su sitio y el coro Capella Lauda, ya lo hemos dicho, redondeó unas excelentes intervenciones. Un éxito en general, que hay que repetir.
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