verónica viñas | león 20/01/2013
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Son los leoneses que mejor afinan. Sopranos, contraltos, tenores, bajos y barítonos ‘anónimos’, cuya fuerza reside en el grupo. Cantantes que, en la mayoría de los casos, no sólo no cobran, sino que pagan por hacerlo. Ensayan dos o tres veces por semana y pagan una cuota para sufragar desde el local de ensayo, como le ocurre a la Capella Lauda, hasta el sueldo del director, caso de la Escolanía Antonio Valbuena, cuyos integrantes aportan diez euros mensuales.
Cientos de leoneses integran los coros y corales que pueblan la provincia, algunos con el mérito de ser el más veterano de España, como el Orfeón Leonés, que este año celebra su 125 aniversario. La esposa del expresidente Zapatero, Sonsoles Espinosa, formó parte del Orfeón Leonés durante el año 1979-80, antes de entrar como soprano en el Coro Universitario y, finalmente, en la Capilla Real. Hay aproximadamente 60 coros en León, sin contar los parroquiales. La cifra resulta más llamativa si se tiene en cuenta que en la web de la federación de corales figuran cerca de 450 agrupaciones en todo el país. De hecho, la profesora de la Universidad de León María Jesús Rivera ha dedicado sus tesis doctoral al mundo coral en León.
Por amor al arte
La Diputación y algunos ayuntamientos o la Universidad —en el caso del Coro Ángel Barja y de su ‘filial’, el Coro Juvenil Ángel Barja— contribuyen a sostener estas agrupaciones vocales en las que para ingresar no se exige siquiera saber solfeo; únicamente, afinar y estar dispuesto a sacrificar algunas horas a la semana. También hay escolanías a la medida de las voces más blancas. Romualdo Barrera, Luis G. Viñuela, Aitor García Olivares, Teodomiro Álvarez, Elena Fernández o María José Flecha llevan desde hace años la batuta de algunas de estas agrupaciones corales. En Navidades es cuando hacen el mayor número de ‘bolos’. Entre el 80 y el 90 por ciento de sus actuaciones son gratuitas. Prácticamente, sólo cobran por cantar en las bodas, que suponen una fuente de ingresos extra con los que financiar viajes e intercambios con otras corales del país. La Coral Isidoriana percibe 600 euros por boda y la coral Excelsior, 450. «Sin subvenciones no podemos funcionar», lamenta Josefa Crespo, presidenta de la coral bañezana. De la misma opinión es Carmen Martínez Natal, presidenta del coro Capella Lauda, quien asegura que «es imposible sobrevivir sin presupuesto».
Más 400 voces han desfilado por el coro Ángel Barja en sus más de dos décadas de existencia, lo que da idea de la gran afición que existe en esta provincia y también de la ‘movilidad’ de sus integrantes. Algunos solistas, que luego han hecho carrera en importantes corales o en compañías líricas, han salido de estas formaciones, como el bajo Ismael Arróniz, afincado en Basilea.
Cantar de oído
«Dirigir un coro de jóvenes aficionados, que vienen y se van tiene su complicación», ha reconocido Aitor Olivares, que dirige el Coro Ángel Barja, el Coro Juvenil Ángel Barja —creado el año pasado y del que forman parte 33 jóvenes-, el coro Capella Lauda y el Peñacorada, que nació este año. Olivares se queja de la escasa formación de los cantantes. «Si aprendieran solfeo, facilitaría el trabajo de los directores y elevaría el nivel». Sin embargo, las formaciones que dirige reciben al año clases extraordinarias en técnica vocal de al menos dos especialistas. «Todo un lujo». Olivares, profesor de la Escuela de Música de La Robla, reconoce, aunque no es su caso, las dificultades de dedicarse profesionalmente a la dirección coral, un empleo no retribuido en los meses de verano.
Otro de los problemas comunes a la mayoría de los coros y casi tan ‘pertinaz’ como la falta de ingresos es la escasez de voces masculinas. De ahí que la mayoría estén siempre abiertos a nuevas altas en sus formaciones. Algunas de estas agrupaciones, que acumulan decenas de premios en sus vitrinas, han tenido el privilegio de estrenar obras, en ocasiones escritas expresamente para ellas por algunos compositores, como la Coral Isidioriana o la Escolanía Valbuena, que en el 2010 cantaba en primicia en el Auditorio Ciudad de León Canciones del Reino de León, del compositor leonés Jesús Ángel Rodríguez Recio.
La mayoría de los coros abarcan amplísimos repertorios; básicamente, para complacer a un público, en la mayoría de las ocasiones no especializado, y para ofrecer programas que se adapten a todo tipo de eventos, desde certámenes a intercambios corales, recitales navideños, misas... Existe además buena sintonía entre las corales leonesas. Un ejemplo: la del Milenio de La Bañeza y la Excelsior de Astorga. Han participado juntas en un curso en Argentina y hasta llegaron a actuar en Salzsburgo.
Las más afortunadas han conseguido el sueño de grabar parte de su repertorio en disco. Suelen ser grabaciones ‘modestas’ y de pequeña tirada, pero una auténtica ‘joya’ para los protagonistas y, como aseguran algunas, un premio a años de ensayos. «Es una fotografía del momento del coro», añade Olivares. Tampoco hay que olvidar que gracias a estas agrupaciones corales se ha recuperado del olvido el rico patrimonio musical de León.
Cientos de leoneses integran los coros y corales que pueblan la provincia, algunos con el mérito de ser el más veterano de España, como el Orfeón Leonés, que este año celebra su 125 aniversario. La esposa del expresidente Zapatero, Sonsoles Espinosa, formó parte del Orfeón Leonés durante el año 1979-80, antes de entrar como soprano en el Coro Universitario y, finalmente, en la Capilla Real. Hay aproximadamente 60 coros en León, sin contar los parroquiales. La cifra resulta más llamativa si se tiene en cuenta que en la web de la federación de corales figuran cerca de 450 agrupaciones en todo el país. De hecho, la profesora de la Universidad de León María Jesús Rivera ha dedicado sus tesis doctoral al mundo coral en León.
Por amor al arte
La Diputación y algunos ayuntamientos o la Universidad —en el caso del Coro Ángel Barja y de su ‘filial’, el Coro Juvenil Ángel Barja— contribuyen a sostener estas agrupaciones vocales en las que para ingresar no se exige siquiera saber solfeo; únicamente, afinar y estar dispuesto a sacrificar algunas horas a la semana. También hay escolanías a la medida de las voces más blancas. Romualdo Barrera, Luis G. Viñuela, Aitor García Olivares, Teodomiro Álvarez, Elena Fernández o María José Flecha llevan desde hace años la batuta de algunas de estas agrupaciones corales. En Navidades es cuando hacen el mayor número de ‘bolos’. Entre el 80 y el 90 por ciento de sus actuaciones son gratuitas. Prácticamente, sólo cobran por cantar en las bodas, que suponen una fuente de ingresos extra con los que financiar viajes e intercambios con otras corales del país. La Coral Isidoriana percibe 600 euros por boda y la coral Excelsior, 450. «Sin subvenciones no podemos funcionar», lamenta Josefa Crespo, presidenta de la coral bañezana. De la misma opinión es Carmen Martínez Natal, presidenta del coro Capella Lauda, quien asegura que «es imposible sobrevivir sin presupuesto».
Más 400 voces han desfilado por el coro Ángel Barja en sus más de dos décadas de existencia, lo que da idea de la gran afición que existe en esta provincia y también de la ‘movilidad’ de sus integrantes. Algunos solistas, que luego han hecho carrera en importantes corales o en compañías líricas, han salido de estas formaciones, como el bajo Ismael Arróniz, afincado en Basilea.
Cantar de oído
«Dirigir un coro de jóvenes aficionados, que vienen y se van tiene su complicación», ha reconocido Aitor Olivares, que dirige el Coro Ángel Barja, el Coro Juvenil Ángel Barja —creado el año pasado y del que forman parte 33 jóvenes-, el coro Capella Lauda y el Peñacorada, que nació este año. Olivares se queja de la escasa formación de los cantantes. «Si aprendieran solfeo, facilitaría el trabajo de los directores y elevaría el nivel». Sin embargo, las formaciones que dirige reciben al año clases extraordinarias en técnica vocal de al menos dos especialistas. «Todo un lujo». Olivares, profesor de la Escuela de Música de La Robla, reconoce, aunque no es su caso, las dificultades de dedicarse profesionalmente a la dirección coral, un empleo no retribuido en los meses de verano.
Otro de los problemas comunes a la mayoría de los coros y casi tan ‘pertinaz’ como la falta de ingresos es la escasez de voces masculinas. De ahí que la mayoría estén siempre abiertos a nuevas altas en sus formaciones. Algunas de estas agrupaciones, que acumulan decenas de premios en sus vitrinas, han tenido el privilegio de estrenar obras, en ocasiones escritas expresamente para ellas por algunos compositores, como la Coral Isidioriana o la Escolanía Valbuena, que en el 2010 cantaba en primicia en el Auditorio Ciudad de León Canciones del Reino de León, del compositor leonés Jesús Ángel Rodríguez Recio.
La mayoría de los coros abarcan amplísimos repertorios; básicamente, para complacer a un público, en la mayoría de las ocasiones no especializado, y para ofrecer programas que se adapten a todo tipo de eventos, desde certámenes a intercambios corales, recitales navideños, misas... Existe además buena sintonía entre las corales leonesas. Un ejemplo: la del Milenio de La Bañeza y la Excelsior de Astorga. Han participado juntas en un curso en Argentina y hasta llegaron a actuar en Salzsburgo.
Las más afortunadas han conseguido el sueño de grabar parte de su repertorio en disco. Suelen ser grabaciones ‘modestas’ y de pequeña tirada, pero una auténtica ‘joya’ para los protagonistas y, como aseguran algunas, un premio a años de ensayos. «Es una fotografía del momento del coro», añade Olivares. Tampoco hay que olvidar que gracias a estas agrupaciones corales se ha recuperado del olvido el rico patrimonio musical de León.
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